lunes, 3 de noviembre de 2008

Al mismo paso

Un expedicionario europeo fue a América Central. Tenía que hacer una larga caminata y llevar una gran cantidad de paquetes hasta un pueblo escondido entre las montañas, por lo que contrató a varios indígenas para que le sirvieran de cargadores.

Luego de dos días de ardua y atropellada caminata, los cargadores indígenas se sentaron a la vera del camino y no quisieron moverse más. En silencio no respondieron a ninguna orden ni preguntas. No avanzaron.

Pasaron veinticuatro horas y al amanecer, raudos y muy despiertos tomaron los bultos nuevamente entre sus hombros y se dispusieron a seguir la ruta.

Cuando el europeo insistió que le explicaran ese cambio de conducta, el jefe indígena respondió:

-Tuvimos que esperar las veinticuatro horas, porque con tanto apuro por llegar, nos habíamos olvidado que nuestros cuerpos avanzaban más rápido que nuestras almas. Éstas se habían quedado atrasadas. Y tuvimos que esperarlas hasta que llegaran para continuar el camino juntos.

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