Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, a menudo, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir. Pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, con toda certeza, será aceptada con agrado.
Cada uno de ustedes ofrece un aspecto glorioso cuando no está aquí, con colores y vibraciones y sonidos y formas, todo ello entremezclado en el Merkabah.